Artículo central

Suena la alarma para pecarí de labios blancos

Conservación de Vida Silvestre

Como viven y se desplazan en grandes grupos, los pecaríes de labios blancos pueden ser especialmente vulnerables a los cazadores. (Foto: Rafael Reyna)

Durante siglos, el pecarí de labios blancos (Tayassu pecari) se extendió en manadas de hasta 120 animales por gran parte de Mesoamérica, ayudando a mantener el equilibrio ecológico de los bosques y sirviendo como fuente de alimento para las comunidades indígenas y agrícolas. Pero en los últimos años, este pariente silvestre del cerdo domesticado, con su hirsuto pelaje negro y pelo facial blanco, rara vez se ve en grupos de más de 30 o 40. Peor aún, ha sido eliminado completamente del 87% de esa parte de su antiguo hábitat latinoamericano que va desde el sur de México hasta Panamá. Los expertos dicen que en Mesoamérica el animal se enfrenta a una posibilidad real de extinción.

“Es una especie que hace largas migraciones estacionales a través de bosques primarios en busca de alimentos y agua, y es extremadamente sensible a la pérdida de hábitat y la caza”, dice Jeremy Radachowsky, ecologista que dirige el programa Mesoamérica de la no lucrativa Sociedad para la Conservación de la Vida Silvestre (WCS). “Es tan sensible, de hecho, que los conservacionistas tienden a verlo como un ‘canario en la mina de carbón’ cuya pérdida podría anticipar la eliminación de otros mamíferos vulnerables como el mono aullador (Alouatta sp.) y el tapir centroamericano (Tapirus bairdii)”.

Los pecaríes de labios blancos también se pueden encontrar en gran parte de América del Sur, como en la Amazonia, los humedales del Pantanal, la llanura del Gran Chaco y en el departamento del Chocó en el noroeste de Colombia. Las extensiones de áreas silvestres comparativamente más grandes de América del Sur generalmente ofrecen mayor protección que las de Mesoamérica. Pero también allí el pecarí de labios blancos enfrenta serias amenazas, entre ellas la caza y la pérdida de hábitat. Los expertos dicen que en la Mata Atlántica y la sabana tropical del Cerrado en Brasil, por ejemplo, alrededor del 85% y el 50% de la cobertura forestal, respectivamente, han desaparecido.

La situación de estos animales en Mesoamérica es particularmente grave. El pecarí de labios blancos ha sido completamente barrido de El Salvador. Su situación en el resto de Mesoamérica es tan precaria que numerosos expertos de la región se reunieron en Ciudad de Belice en agosto de 2016 para analizar la reducción cada vez mayor de su población. En noviembre de 2018, publicaron un informe titulado “Rapid Decline of White-Lipped Peccary Populations in Mesoamerica” (Rápido declive del pecarí de labios blancos en Mesoamérica), advirtiendo sobre la “precipitada disminución regional en el hábitat y el tamaño de los grupos” y exhortando a las autoridades nacionales a desarrollar acciones de conservación que “detengan o al menos disminuyan el colapso de la población”.

La dramática disminución en las cifras se debe en parte al aumento de la población humana de alrededor del 60% en Mesoamérica entre 1990 y 2016 y a la expansión a gran escala de la agricultura, la ganadería y la construcción de carreteras en los bosques primarios, en algunos casos dentro de parques nacionales. Dos de los hábitats naturales más importantes de este animal, los bosques de la Costa de Mosquitos de Nicaragua y Honduras y la Selva Maya de Guatemala, Belice y México, han perdido alrededor del 30% y el 25% de su cobertura arbórea, respectivamente, durante ese tiempo. El problema se ha exacerbado por la presencia de madereros ilegales y narcotraficantes, que han deforestado grandes áreas para instalar ranchos, pistas de aterrizaje y carreteras.

Todo esto ha dejado al pecarí de labios blancos extremadamente expuesto. Normalmente, el animal necesita entre 120 y 200 km2 en un año determinado para vagar en busca de frutos. También precisa de ríos, arroyos y charcos, donde pueda beber y —pues, al igual que otros cerdos, no suda— bañarse en el lodo para mantenerse fresco y repeler las garrapatas y otros parásitos.

Además, cuando la tala degrada los bosques, haciéndolos accesibles a los centros de población, el pecarí de labios blancos se convierte en blanco fácil para los cazadores, ya sean habitantes citadinos que buscan deporte o cazadores locales de subsistencia, muchos de los cuales consideran la carne de pecarí entre las más deliciosas de su dieta.

“Este es un animal que viaja en grupos grandes, hace mucho ruido y protegerá a los miembros de su grupo”, dice Rafael Reyna-Hurtado, investigador de fauna tropical del Colegio de la Frontera Sur de México y autor principal del estudio. “Esa es una buena defensa contra un depredador en la naturaleza, pero también los hace muy vulnerables a ser muertos por los seres humanos”.

El cambio climático ha empeorado las cosas al hacer que la Selva Maya sea más susceptible a los incendios y al limitar el número de charcos donde los pecaríes se pueden congregar. “Es muy fácil encontrar pecaríes en la estación seca”, dice Radachowsky, coautor del estudio. “Como cazador, puedes disparar a ocho o diez [pecaríes] de una sola tanda, y como es un animal muy social que se queda para proteger a los heridos en lugar de huir, el trabajo del cazador es mucho más fácil”.

En algunas partes de América del Sur, el cambio climático ha afectado a este animal de manera diferente. Cada año, un tercio de la región de Loreto, en el noreste de Perú, es inundado por grandes ríos de aguas bravas que descienden de los Andes, parte de un ciclo muy antiguo que ha creado un fecundo ecosistema de selva, lagunas y bullente vida silvestre en el corazón de la parte occidental de la Amazonia.

Por lo general, esta inundación cubre más de 120,000 km2 y dura entre cuatro y seis semanas, una época en la que los pecaríes de labios blancos, junto con otros animales terrestres, se refugian en pequeñas islas o diques. Pero en 2012, un año de inundaciones récord, el espacio de los diques sobre el agua se redujo del 20% al 30% típico a alrededor del 1%, lo que provocó que los animales se ahogaran o se amontonaran en pequeñas franjas de tierra donde tuvieron que competir por una cantidad limitada de recursos y se hicieron más vulnerables a los depredadores, las enfermedades y el hambre.

Como resultado, se estima que 2 millones de animales, o el 95% de los mamíferos terrestres en el bosque inundado, fueron aniquilados. “Examinábamos nuestras cámaras trampa [cámaras activadas por movimiento instaladas en determinados sitios] durante 2012 y veíamos animales muy demacrados y enfermos en los diques”, dice Richard Bodmer, profesor de ecología de la conservación en la Universidad de Kent, Inglaterra. Las intensas inundaciones de 2013 y 2014, seguidas en 2015 por otra inundación de casi las proporciones de 2012, asestaron otros golpes más.

En el caso del pecarí de labios blancos, la población aún tiene que recuperarse. Los pecaríes de labios blancos saben nadar, y muchos de ellos pueden haberse trasladado a un lugar seguro en los bosques de tierras altas más secos. Pero incluso allí, agrega Bodmer, la población ha disminuido en alrededor del 80%, tal vez porque había muy pocos recursos en el área para sustentar a los refugiados.

Dice Bodmer: “Los modelos climáticos nos dicen que probablemente habrá una mayor inundación en la Amazonia occidental, y si eso ocurriera, podemos predecir lo que sucederá en términos de biodiversidad. Es sólo otra razón por la que tenemos que lidiar con el cambio climático y establecer una economía verde”.

Las poblaciones de pecaríes parecen entrar en crisis cada 30 años aproximadamente en partes no fragmentadas y sin explotar de la Amazonia, muy probablemente como resultado de brotes de enfermedades. En condiciones naturales, las recuperaciones surgen de poblaciones pequeñas y resistentes a las enfermedades o mediante el reasentamiento de pecaríes en áreas libres de enfermedades. Pero el avance de la frontera agrícola, y la presencia de vacas y cerdos criados en libertad en los bosques ha planteado una amenaza adicional, posiblemente provocando epidemias, que van desde la brucelosis hasta la fiebre aftosa, que han devastado las manadas de pecaríes. Cuando comenzó el año 1988, por ejemplo, los científicos presenciaban entre 100 y 300 pecaríes por día en áreas de la Amazonia brasileña cerca de Venezuela, y terminó sin que vieran ninguno en absoluto. Sólo en 1995 la población se restableció.

“Hemos documentado crisis similares, no sólo en Brasil, sino en toda la cuenca del Amazonas”, dice José Fragoso, profesor de zoología de la Universidad de Brasília e investigador asociado de la Academia de Ciencias de California, un instituto de investigación y museo de historia natural en los Estados Unidos. “Es una ilustración de la importancia de controlar la construcción de carreteras en áreas llenas de pecaríes y asegurar que las granjas se protejan de estas enfermedades entre sus animales domésticos”.

La desaparición del pecarí tendría graves impactos ecológicos para los bosques. El animal es una fuente principal de alimento para el puma (Puma concolor) y el jaguar (Panthera onca). También controla la población de pequeños lagartos y serpientes, así como otros animales pequeños que encuentra y come. Y al deambular pisoteando los bosques en grandes números, el pecarí sirve como una especie de arado, removiendo el suelo y preparándolo para recibir semillas caídas de árboles frutales para su germinación.

Eliminar los pecaríes de un ecosistema donde han estado presentes durante tanto tiempo podría, en resumen, causar impactos negativos en cascada sobre la fauna y la flora por igual.

Según los expertos, un paso que podría tomarse para evitar nuevas pérdidas de pecaríes sería cambiar el estado de conservación del animal de “vulnerable” a “en peligro” a nivel local en Mesoamérica, tal como lo ha hecho México en todo su territorio. Tal medida permitiría límites más estrictos para la caza y atraer mayor atención internacional sobre la necesidad de su protección, señalan los expertos.

Otra medida sería fortalecer y garantizar la existencia continua de reservas indígenas y administradas por comunidades. Dichas reservas existen en toda América Latina y han demostrado estar entre las mejores medidas de conservación en una región en que los departamentos de parques nacionales adolecen de poco personal y poco equipamiento. A través del desarrollo de planes de manejo para sus bosques y estrictas directrices para la caza de subsistencia aplicadas por patrullas administradas por las comunidades, las reservas han sido más capaces de proteger a este animal.

Expandiendo reservas
En la región peruana de Loreto, que cubre 368,851 km2, un área más grande que Alemania, más del 50% del territorio está compuesto ahora de reservas. Estas están controladas directamente por grupos indígenas o son gestionadas conjuntamente por ellos y las autoridades nacionales o regionales, como resultado de un movimiento que comenzó en la década de 1980 cuando los indígenas buscaron recuperar el control de sus tierras ancestrales.

Si bien la mayoría de los países de América Latina permiten que los pueblos indígenas se dediquen a la caza de subsistencia, Loreto y Perú en su conjunto van un paso más allá. Permiten a los indígenas explotar comercialmente las pieles, un subproducto de dicha caza, de acuerdo con cuotas establecidas con ayuda de científicos que monitorean el tamaño de las poblaciones. Trabajando según planes de manejo aprobados, algunas comunidades incluso están vendiendo a restaurantes de alta gama carne de pecarí certificada como cosechada de manera sostenible. Esto proporciona a los miembros de las comunidades un incentivo adicional para conservar las poblaciones de pecarí y mantener alejados a los cazadores que no pertenecen a las comunidades.

“Esto es parte de un proceso que se dio porque las comunidades locales lo querían, porque el gobierno lo respaldó y porque las organizaciones no gubernamentales ofrecieron apoyo”, dice Bodmer, quien ha ayudado a las comunidades a hacer ese monitoreo. “El manejo y la cosecha de pecaríes se ha convertido en un componente de las economías de uso sostenible, entre ellas la producción sostenible de frutas, pescado y agricultura, así como muchas artesanías”.

En las regiones del Pantanal y el Cerrado en Brasil, investigadores que trabajan juntos en un grupo conocido como Proyecto Pecarí están elaborando planes de conservación municipal para garantizar el mantenimiento de áreas forestales lo suficientemente grandes como para sustentar pecaríes de labios blancos y promover la reforestación.

Monocultivo causa estragos
Esto es especialmente importante en el Cerrado, donde la deforestación a gran escala ha ido a la par con el avance de los monocultivos de soja, maíz, algodón y caña de azúcar. Estos monocultivos han dejado al pecarí con espacio insuficiente para vagar ampliamente en busca de frutos durante las épocas de escasez de estos, un fenómeno que también podría afectar la reproducción del animal. Dado que es probable que el cambio climático altere los hábitats, la capacidad del pecarí para desplazarse en busca de su clima ideal podría verse limitada.

“La deforestación amenaza potencialmente al pecarí de labios blancos con extinción generalizada en algunos lugares”, dice Alexine Keuroghlian, coordinadora del Proyecto Pecarí. “Es por eso que estamos trabajando con numerosas universidades, así como con organismos gubernamentales y no gubernamentales, para recomendar áreas que pueden reforestarse y donde fragmentos de bosque pueden reconectarse, ayudando con ello a asegurar que el animal tenga suficiente espacio para sobrevivir”.

En Costa Rica y Panamá, grupos no gubernamentales han lanzado ambiciosos esfuerzos para monitorear los movimientos, distribución y comportamiento del animal. Esto puede incluir la instalación de cámaras trampa para monitorear pecaríes, o capturar ejemplares y liberarlos después de equiparlos con collares GPS.

La información que luego se recopila sobre sus movimientos se puede utilizar, como en Brasil, para diseñar propuestas de medidas de protección forestal, entre ellas el restablecimiento de importantes corredores biológicos.

“Proteger al pecarí de labios blancos es crucial”, dice Ricardo Moreno, presidente de la Fundación Yaguará Panamá, organización panameña sin fines de lucro dedicada a la conservación de jaguares, pecaríes y otros animales. “Es un arquitecto forestal crucial para el equilibrio ecológico, cuya desaparición tendría implicaciones dramáticas”.

- Steve Ambrus

Foto del índice: Debido en gran parte a la pérdida de hábitat, el número de pecaríes está cayendo en picado en Mesoamérica. (Foto: Apolinar Basora)

Contactos
Richard Bodmer
Profesor de Ecología de la Conservación
Universidad de Kent
Canterbury, Reino Unido
Tel: +(44 1227) 459-186
Email: r.bodmer@kent.ac.uk
José Fragoso
Profesor de Zoología
Universidad de Brasília
Brasília, Brasil
Tel: +(55 61) 3307-2022
Email: fragoso1@mac.com
Alexine Keuroghlian
Coordinadora
Peccary Project/ Projeto Queixada
Campo Grande, Brasil
Tel: +(55 67) 99906-2864
Email: alexinek@hotmail.com
Ricardo Moreno
Presidente
Fundación Yaguará Panamá
Panama City, Panamá
Tel: +(507) 306-3171
Email: rmorenopan@gmail.com
Jeremy Radachowsky
Director Regional para Mesoamérica y el Caribe
Wildlife Conservation Society (WCS)
New York, NY, Estados Unidos
Tel: (718) 220-5100
Email: jradachowsky@wcs.org
Rafael Reyna-Hurtado
Investigador en Fauna Tropical
El Colegio de la Frontera Sur
Campeche, México
Tel: +(52 981) 127-3720, ext. 1307
Email: rafaelcalakmul@gmail.com